Reminiscencias de la flânerie. Pablo Martínez Garrido.

Walter Benjamin dedicó parte de su tiempo a analizar lo que suponía la figura del flâneur, y basó su estudio especialmente en el campo de la literatura. Aunque nunca llegó a publicar una antología que pusiera de manifiesto sus planteamientos acerca del tema, años después de su muerte fueron reunidos por el editor Rolf Tiedemann. El libro antepone a tres grandes escritores de su tiempo que abordaron la flânerie en tres contextos diferentes: Charles Baudelaire en París, Edgar Alan Poe en Londres y E.T.A. Hoffman en Berlin. Los tres puntos de vista reunidos aportan una panorámica rica sobre la Europa del siglo XIX y tres de las grandes potencias mundiales de la época. Para Benjamin el flâneur correspondía con la figura del personaje (a menudo sospechoso) que busca refugio en las masas para analizar la sociedad desde dentro (Benjamin [1974] (2012)). Poe llegó a nombrarlo «el hombre en la multitud», para quien según Benjamin «es, ante todo, alguien que no está seguro de su propia sociedad. Por eso busca la multitud; no muy lejos de aquí se encontrará la razón de por qué se esconde la gente» ([1974] (2012), 114).

Esta consideración del flâneur, o de su práctica la flânerie, ha tenido sus ecos a lo largo de las épocas hasta nuestros días. Para las vanguardias fue de mayor interés la experiencia del movimiento y de la velocidad, y es destacable las consideraciones tomadas por los dadaístas explotando el aspecto estético de la flânerie, «como forma artística que se inscribe directamente en el espacio real y en el tiempo real, sin soportes materiales» (Careri (2014), 75). También fue muy practicada por los surrealistas y, especialmente, por los situacionistas de mediados de siglo, que vieron en esta experiencia la posibilidad de una aplicación política contra el capitalismo y cuyo ideólogo más importante sería Guy Debord y su «Teoría de la deriva».

Ahora bien, la pregunta a la que esta investigación pretende responder es si sería posible retomar la práctica de la flânerie en nuestra sociedad actual, claramente mediada por un entramado de tecnologías digitales que acercan la experiencia estética de otros lugares hasta nuestros dispositivos, y nos condena generacionalmente al sedentarismo y a la monetización de nuestro tiempo libre.

El nuevo flâneur no explora el mundo deambulando entre la multitud. Más bien forma parte de esa multitud traducida a información que se reúne en tremendos centros de datos. Un individuo que se suba a la masa en forma de tendencias y que mira el mundo a través de representaciones proyectadas en diferentes ventanas. Hoy la práctica de la flânerie tendría más relación con el cuento del berlinés Hoffmann, «La ventana esquinera de mi primo», donde es el flâneur el que analiza a la multitud desde una ventana elevada, sin poder salir de la habitación.

Sin embargo hoy entran en juego las representaciones de ese mundo como las propias mediadoras de la experiencia.  A través de la pantalla lo representado se cosifica y sitúa al espectador en una posición privilegiada. No pasea por las galerías ni los mercados, sino que hace scroll en la página de Amazon sin cruzarse con nadie. Tampoco visita los suburbios, las zonas industriales ni las zonas conflictivas si no es a través de un mediador que decide previamente cómo va a sentirse ese espectador. En definitiva, no pone en riesgo su cuerpo.

El mundo es ahora su propia imagen, o su propio simulacro como diría Baudrillard (2014), quien retoma el mito borgiano acerca de la relación del mundo con sus representaciones hoy mucho más compleja:

Hoy en día, la abstracción ya no es la del mapa, la del doble, la del espejo o la del concepto. La simulación no corresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sino que es la generación por los modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal. El territorio ya no precede al mapa ni le sobrevive. En adelante será el mapa el que preceda al territorio y el que lo engendre ([1975] (2014), 6).

De este modo, la práctica actual de la flânerie no puede ajustarse expresamente al propio territorio, sino a los medios que le dan forma. Merece así una nueva definición: la media-flânerie, y es el media-flâneur su sujeto, quien por otra parte jamás perdió sus herramientas en el arte y en la literatura.

 

Bibliografía

Baudrillard, Jean. 2014. Cultura y simulacro. Buenos Aires: Letra e.
Benjamin, Walter, Rolf Tiedemann (ed.). 2012. El París de Baudelaire. Buenos Aires: Eterna Cadencia.
Careri, Francesco. 2014. Walkscapes: el andar como práctica estética. Barcelona: Gustavo Gili.

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