Unofficial Tourism Araba. Un obra de arte sobre turismo de Iñaki Larrimbe. Itineracciones 2018.

Unofficial Tourism Lisboa

Escribe el novelista y gran viajero Paul Bowles: “Mientras el turista se apresura por lo general a regresar a su casa al cabo de algunos meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra” (1949, El cielo protector). El turista, podríamos añadir, es aquel que siempre retorna al hogar, aquel que no tiene más remedio que regresar, más pronto que tarde, a su punto de partida.

Hacer turismo, por tanto, consiste en imponer unos límites claros a esta experiencia extrema de viaje descrita por Bowles, ignorando, o no, que esos límites son los que anulan, precisamente, su potencial transformador.

El turista, evidentemente, deriva del viajero, y no al contrario. El viajero es una figura romántica, casi heroica. Los románticos veían en el viaje la gran oportunidad de escape, una fuga, un desplante total. Posteriormente la burguesía desposeyó al viaje de sus extremos (el viaje sin fin, el viaje sin retorno) convirtiéndolo en eso que ahora llamamos turismo.

El viajero era un creador, a él se le deben los destinos y las rutas originales. El turista, por contra, sólo aspira a seguir el camino trazado por el primero, a viajar sobre seguro, lo que es una contradicción en sus términos. El viajero es un nómada. El turista un sedentario tomando vacaciones de su triste sedentarismo. El viajero es literalmente un extraviado. Lo que nunca se puede predicar del turista. El turista es sobre todo un consumidor, un fruidor en segundo grado de la experiencia original de otro. El viajero es la figura genuina, y el turista, su cliché.

El turista es, por tanto, aquel que sucumbe al reclamo implícito de las guías de viajes (esa contradicción en sus términos): visitar aquellos lugares que es necesario visitar al menos una vez en la vida, según los entendidos, para que uno o una pueda ser considerado un hombre o una mujer viajados, o, como también se dice, de mundo. Hay algo de coleccionismo en esta compulsión visitadora del turista. De coleccionismo de lo que podríamos denominar “experiencias de postal”. Lo que atesora el o la turista es la serie concatenada de sus presencias personales en estos lugares. Lo que busca es una imagen en la que aparece su figura personal recortándose sobre estos escenarios en cierto modo desrrealizados, agotados por la representación constante, por las innumerables imágenes, por la reproducción infinita que denunciaba Benjamin de las obras de arte.

O puede ser, también, exactamente lo contrario. Nada es como creíamos por medio de la fotografía, el cine o la televisión. Lo sabemos por experiencia y, entonces, debemos acudir efectivamente a los lugares para comprobarlo personalmente una vez más. La imagen nos informa mintiendo y sólo vale entonces informarse uno por sus propios ojos. Si el mundo nos ha de mentir o decepcionar, que sea sin intermediarios.

Nadie está satisfecho, este es el origen del viaje y el fundamento último del turismo como negocio. El negocio está en controlar simultáneamente la producción de ansiedad y de los productos que pueden aliviarla un poco, sin curarla, por supuesto. El negocio perfecto es, todavía más cruel: la fuente de nuestro malestar, que es la sujeción constante al trabajo, la centralidad del trabajo en nuestras vidas, nos proporciona los medios económicos necesarios para huir, para hacer esas pequeñas escapadas que nos permiten seguir soportando la condena.

De viajes y turismo trata precisamente el proyecto denominado Unofficial Tourism del artista Iñaki Larrimbe (Vitoria-Gasteiz, 1967). El turismo es un tema que le ocupa desde al menos el año 2007, con su trabajo “Turista en su ciudad” consistente en actuar como turista en Vitoria (ciudad donde reside) y documentar la experiencia.

En la misma línea Unofficial Tourism, un proyecto que empieza en el año 2010 en Madrid, y que ha recorrido también Palma de Mallorca, Cáceres y Lisboa. La mecánica de Unofficial Tourism es relativamente simple. Larrimbe se encarga en estas ciudades de fichar agentes locales, colaboradores, gente capaz de concebir y confeccionar rutas turísticas diferentes, alternativas, siempre desde perspectivas excéntricas. Con esta premisa se ha propuesto, por ejemplo, una ruta de tascas centenarias, otra de anuncios de neón, también de relojes de sol, de localizaciones de películas, de garajes antiguos, de librerías raras, de grafitis, de escaparates, de piscinas y de clubes nocturnos. De cada conjunto de rutas se editan un mapa y una guía, de los que se hace una tirada importante ya que finalmente se distribuyen gratis al público. Para lo cual se utilizan unas vistosas oficinas alternativas de información turística: una autocaravana, un motocarro, etc., situadas a pie de ruta.  En ocasiones, los propios “autores” de las rutas se prestan a hacer el rol de guías.

De lo que se trata, como es obvio, es de introducir desautomatización y extrañamiento en el ámbito del turismo. O como explica Larrimbe: “poner en circulación otros relatos sobre la ciudad”. Desoficializar esta institución o arrebatársela de las manos a la administración o a las empresas turísticas. Poner al alcance del público productos turísticos frescos, desenfadados, pergeñados por amateurs. Se consigue de esta manera achicar la distancia entre los creadores y los usuarios, entre los productores y los consumidores de imaginario turístico.

Es pertinente la comparación de Unoffical Tourism con la práctica situacionista de la «deriva», que Debord definía de la siguiente manera: “Una o varias personas que se abandonan a la deriva renuncian durante un tiempo más o menos largo a los motivos normales para desplazarse o actuar en las relaciones, trabajos y entretenimientos que les son propios, para dejarse llevar por las solicitaciones del terreno y los encuentros que a él corresponden” (1958, Teoría de la deriva). Algunas de las rutas de Unoffical Tourism podrían ser, entonces, el resultado de una deriva, en el sentido antedicho. Podrían ser la cristalización de ese espíritu deambulante o flâneur (esa contradicción en sus términos). Una vez empaquetadas como rutas y distribuidas al público sin previo aviso, sin prospecto de arte, o sea, “a traición”, adquieren otra dimensión. La del simulacro. Lo que interesa al artista en este caso parece ser este juego a dos bandas consistente en hacer entrar el turismo al contexto del arte, a condición de forzar la entrada del arte y “los artistas” a la institución turística.

El control del estado y las empresas sobre la institución del viaje, degradada a turismo, institución que que pertenece por derecho propio al imaginario (terreno profesional del artista), representa, en cierto modo, un intrusismo, una usurpación. Nadie debería extrañarse, por tanto, de lo contrario. La reocupación artística de la institución turismo que propone Larrimbe.

Unofficial Tourism se desarrollará en esta oportunidad en el medio rural alavés (Itineracciones, Álava, 2018), lo que supone una novedad importante. Algunos de ciudad sospechamos que el campo no existe, que alguien, la diputación o alguien, lo pone allí para amenizar los largos desplazamientos entre ciudades. Lo mismo que a la emperatriz Catalina de todas las Rusias le construyeron, al parecer, villas y ciudades falsas, decorados (ciudades de marquetería), los denominados pueblos Potemkin o Potiomkin, durante su viaje por la recién conquistada Crimea, para ocultarle lo real verdadero, los desagradables efectos de la guerra.

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