Trazar visual/textualmente un recorrido. Apuntes rápidos observando el territorio en marcha.

El día 16 de junio de 2019, miembros de laSia caminaron hasta la cima del Serantes acompañados por un geólogo 4 días después de haber leído en grupo la carta de Petrarca en su ascensión al Ventoso. 

Aunque es de sobra conocido que el mundo se dibuja en restos apilados en capas, que la gravedad acumula un algo sobre otro que es anterior, y entonces se produce esa maravilla de saber, o creer siempre, que hay algo más que está debajo, secreto, oculto… Es probable que de ahí nazcan las ficciones más manidas de llegar al centro de la tierra, o incluso la fascinación que me provoca el concepto de antípoda. Lo que me queda justo debajo en línea hasta llegar de nuevo a la superficie que es el punto diametral y contrario de donde me hallo ahora mismo.

Y a pesar de todo esto, mirar detenidamente como si no lo hubiéramos sabido antes. De repente miramos como si pudiéramos ir haciendo una lección de anatomía del territorio, la voz del geólogo como instrucciones para mirar el mundo que veíamos, pero no estábamos mirando. 

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Un grupo de personas, la mayoría formadas y crecidas en la habilidad de la proyección de problemas que resolvemos con casi la misma capacidad de crearlos (artistas), avanzan sobre una montaña que se alza  451 metros sobre la horizontal. Esta elevación, montaña, que en su cota máxima el lenguaje y en concreto la lengua castellana llama cima, clasificada e identificada entre todas las demás como cima del Serantes, nos permite en el recorrido de su desnivel ampliar nuestra visión panorámica. 

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Guiados por las cicatrices de fuerzas interactuando en un paisaje, comprendemos una línea de tiempo que es flecha y no círculo. Daría para hablar esto. Da para seguir pensando mientras escribo luego (que es ahora), y mientras camino (que es antes). Interacción y desmitificación de lo irreductible, somos una capa, todos nuestros restos apoyados sobre otra cosa, el tiempo y las discrepancias de medida.

La visión, más que deleite provoca el estremecimiento, también la náusea. Lo fecal en reacción química con la extracción y el agua de mar, resulta roca nueva. Como agente hemos apenas arañado la superficie, pero hemos determinado todo. En este antropoceno, capitaloceno, las cosas se sostienen como con cables de acero, firmes y frágiles en la misma medida si tensan en una dirección de quiebre. 

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Observamos el territorio desde la cima y desde la causalidad, el azar en su dimensión poética y sus sentido más determinante. El azar nos ha traído hasta aquí, de la misma manera que nos expulsa. El deseo, la voluntad, la ciencia e incluso la ingeniería, todo después del azar. En letras mayúsculas nuestra condena al desarraigo continuo, nuestra raza acercándose siempre, en cada derrota, a la mutación final.

 

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