Floresta

Alberto Díez.

«DESCONSUELO, GEOLOGÍA en las paredes de las casas, MEMORIA, OLVIDARSE, INVIERNO, aquí ya es primavera. PRIMAVERA, aquí aún es invierno. SILENCIO, en realidad no. ADOBE, transición o punto de encuentro no violento entre la tierra y el paisaje. El TIEMPO (si te paras a mirar cualquier cosa lo ves) CEREZOS, hacer conmigo misma lo que les hace la primavera. Lluvia (Al fin, después de 35 días sin agua para la tierra) ENTUSIASMO (el de los vencejos)»
Fragmentos del texto Ejercicio de observación por Rakel Gómez Vázquez. Algo de lo observado después de mirar por este agujerito del mundo.

Entre otras cosas escribo en las últimas semanas:
-Volver a leer, -volver a pensar juntos, -volver a estar, -ir a la naturaleza, -ir hacia las plantas, -práctica de la sequedad (escribo esto sin saber muy bien qué escribo. Guía Espiritual, M. Molinos, 1675.)» En la guía aparece con dos sentidos. (1) sequedad-experiencia, falta de sensibilidad, alerta de darse a los placeres sensibles y recibir de ellos premio o satisfacción alguna. Desconsuelo. (2) Sequedad-providencia es también la voluntad de Dios ante nuestros esfuerzos por encontrar el placer ante el entusiasmo con el que desarrollamos una actividad como la oración, cuyo resultado sería una ausencia de resultados. La sequedad es un instrumento de Dios como prueba de fe ante una actividad trascendental, como la fe o la oración, de la que se espera algo.

(…) atender a la vegetación, no a la vegetación domada sino a la vegetación salvaje. Y si aún fuera la primera, en imágenes de jazmines embrollados. Atender a la maraña.
Cuidado continuo y sosegado, protección en ambas direcciones. Crecimiento lento y salvaje. Hacia aquello que no se puede ni se debe domar. El desbordamiento, el descontrol. Esto quiere decir ir hacia la búsqueda de una estructura sin estructura. Extraer de la desestructura un sentido. «Ir hacia» es decir, no encontrar sino buscar por siempre sin encontrar.
«Llevo tiempo pensando y es que me apetece hacer algo con las plantas y los jardines en MOA. Me apetece cuidar de un terreno de forma prolongada, no necesariamente un jardín. Algo salvaje o medio salvaje. Cuidar, dejarlo, arreglarlo, dejarlo, que sea… Trabajar con plantas. No es fácil encontrar el espacio, quizás se pueda encontrar un espacio cedido. Yo diría que tiene que ser más o menos natural, por eso no vale un parque. El cuidado prolongado, sosegado sin grandes intervenciones. Descubrir las plantas en las diferentes estaciones. (…) No sé. Bueno, he pensado en eso desde hace mucho. En las plantas, en el cultivo quizá, pero también en lo salvaje, eso que crece sin que nadie lo plante.»
Escrito a M. Domínguez en WhatsApp, 10 de marzo de 2019.

Escrito en un libro abandonado en un viaje
Vengo de la parte de Beja.
Voy para el medio de Lisboa.
No traigo nada y no encontraré nada.
Tengo el cansancio anticipado de lo que no encontraré,
Y la añoranza que siento no está ni en el pasado ni en el futuro.
Dejo escrita en este libro la imagen de mi designio muerto:
Fui, como las hierbas, y no me arrancaron.

F. Pessoa, Antología poética, Austral.

Fui, como las hierbas… la imagen de mi designio muerto. Fui… como las hierbas. Fui como las hierbas, como las yerbas.
Observo las plantas que crecen en mi balcón. Son plantas domesticadas, dúctiles amables. Nada parecido a la naturaleza que he podido encontrar en otros lugares, mucho más salvajes. De aquellas indomables, muertas, secas, adocenadas, pero inmortales; y de éstas, sometidas y amaestradas, se desprende una enseñanza de la vegetación. Un aprendizaje que no se da ni por lección, ni por contenido, ni por saber.
La maraña-jazmín. La he encontrado muy a menudo últimamente, se hace notar ahora en primavera con sus flores de olor. Se organiza en marañas confusas, irregulares. Ovillos colgantes, nudos y nuevas espigas ansiosas por atenerse a algo, por continuar.
El crecimiento y reproducción. El agua y el sol bastan para hacerlas crecer para verlas enroscarse en la barandilla del balcón. Un trocito basta para hacer una nueva planta.
Entusiasmo el de la vegetación, también. Un entusiasmo de la complejidad y una capacidad inusitada de trabajo, de persistencia. Esto es más evidente en plena naturaleza. Las plantas sometidas por el clima, retorcidas y tumbadas por el viento norte.
Primavera. Ser planta, que la primavera haga en mí lo que hace con las plantas. He observado los tilos que hay cerca de mi casa, cómo se excitan las yemas conforme avanza la primavera para estallar luego saliéndole del centro un trocito más de rama, una continuidad verde clara con unas cuantas hojas más. Suficiente para este año.
Barroco-a (1) (del fr. Baroque, de barocco, nombre de una figura de silogismo que los renacentistas aplicaron a los razonamientos absurdos, cruzado con el port. barrôco, perla irregular; con n. m., frec. Con mayúsc.; ad. Barrocamente) (del diccionario de Maria Moliner, 2016) Me gusta el sentido del barroco (de ladrillo macizo y granito); como en un jardín botánico o en un páramo desierto, unido a una forma de ser. El barroco como actitud, pero un barroco austero. Hace unos meses descubrí lo que se ha llamado la escritura barroca latinoamericana de José Lezama Lima, entre otros. Una palabra enroscada y envolvente. Floresta tremendamente culta. Pero ¿qué es una escritura barroca? Solo el pensarlo ya me gusta. Barroco-a (2) «Stephen Gilman (…) dice que el barroco es ’una combinación de rigidez y frenesí’ y no pudo ser un acontecimiento que se diera de un modo ’ni automático ni inevitable… ocurrió por medio de la mente y la decisión de los hombres… y para que el cambio se produjera era necesaria la introducción de lo eterno en la mente humana’» (Eloísa Lezama Lima, prólogo a Paradiso, J. Lezama Lima. 1984)
Modernista, como los herrajes de los edificios de la época. Marañas organizadas, geométricas y estudiadas. La maraña modernista es un gozo vegetal. Atrapar una organización natural con la razón del estudio y la geometría, como esas láminas de botánica donde el azar de la naturaleza deja de serlo para ser interpretado y representado organizativamente, aprovechando toda la superficie de la hoja.
Yo. La relación con el mundo vegetal es de una enseñanza sin fin. Me propongo escribir como crece una planta y como un entusiasta-jardinero acompaña a las plantas.

Floresta es, según el diccionario de sinónimos, lo boscoso, selvático, exuberante, impenetrable, bravío, agreste, montaraz e inhóspito; pero lo inhóspito no es a la fuerza exuberante, y así, floresta va a contar con otros significados no oficiales en honor al páramo, a lo yermo, a lo baldío, a lo… inculto, dice el diccionario al buscar «yermo/a». Fui, como las yerbas yermas. Es tan aleccionadora la experiencia de lo exuberante como la vivencia del páramo. La maraña barroca puede estar en ambas. La primera húmeda, quizás tierna y verde. Quebradiza y espinosa, o suave y brillante de color esparto; seca y molida a palos, la segunda.

Una lechuga rizada vista desde abajo es como una estructura hecha de hojas de acanto en torno a un centro: su raíz, cortada y redonda, lo he podido pensar en el trabajo, barroca, sostenedora y tersa, quebradiza de estructuras cavernosas. Como el aplique de una lampara de bronce o como las molduras de escayola de algunos palacios. (Las lechugas rizadas vienen encajadas de a seis con la raíz cortada hacia arriba lo que permite conservar su forma compacta sin que las hojas se abran en exceso desparramándose) Hoy me he dado cuenta de que el forraje de la coliflor también es precioso y acanteado. Es lo que recoge y protege la parte comestible y, también, la parte desechable y amarga, como las ramas de las alcachofas.

Cuidado y cultivo de la maleza, de la zarza podría ser, especificando más. Zarza y maraña: corona de espinas, nido de espinas, ovillo. Conociéndolas no hace falta cuidarlas, si acaso retenerlas. Dejarlas y no dejarlas. Y mucho menos cultivarlas. Maraña, corona de espinas; que ya es cultura.

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