Notas tras la recepción de “Five Easy Pieces”, creación escénica dirigida por Milo Rau dentro de la programación de Las Naves de Matadero, el 7 de julio de 2017.
Esa noche yo vi niñ@s que actuaban en escena. Podían haber sido niñ@s precoces con mirada precisa y sonrisa perfecta, adultos en miniatura que nos incomodaban en su correcta y estereotipada imitación ( niñ@s adiestrad@s en el arte de fingir bien). Pero no, lo que yo vi fue otra cosa. Eran niñ@s que parecían invitados a tomar un lugar visible, ponerse como objeto de una mirada ( la del público), jugar e interrogar un hecho histórico[1]. El hecho presente en la escena estaba fundado en el miedo. Pero aquel no era el tipo de miedo que uno puede esperar de un@s niñ@s que se acercan a la escena: ese miedo escénico que paraliza, ralentiza los sentidos, te hace sudoroso, te vuelve hacía adentro e intensifica el vértigo de la autobservación ( ese miedo que como dice Gobbard[2] te hace niñ@, te hace llorar y desear ser rescatado por una omnipotente madre simbiótica). No, en est@s niñ@s preadolescentes su miedo para nada parecía escénico, mimético o individual, sino más bien un miedo grande y difuso, colectivo, un miedo compartido que estaba ya ahí, que no era de nadie y nos pertenecía a tod@s. Al principio me pareció ver a los niñ@s acompañados en escena. Acompañados por unos adult@s que ayudaban a es@s niñ@s a situarse en la ambivalencia del teatro donde unos cuerpos buscan acomodo en una habitación oscura y donde uno está o muy cerca o demasiado lejos. Unos adult@s que ayudaban a un@s niñ@s a presentarse desde la ambivalencia que supone estar ahí pero no saber quien está realmente al otro lado. Unos adult@s que ayudaban a un@s niñ@s a asumir la ambivalencia de fingir una acción mientras otro suspende su incredulidad. Unos adult@s que ayudaban a un@s niñ@s aceptar la ambivalencia que supone que un grupo de personas pasa su tiempo de ocio sentados en oscuridad para ver a otros pasar su tiempo de trabajo bajo unas luces pretendiendo ser otros. Todo eso y además, al volver a mirar, vi otra cosa más:
Vi que los adult@s eran acompañados por niñ@s en esa interrogación sobre como representar ese laberinto de miedo detrás de una historia de horror colectiva.
Vi que los adult@s eran cómo esos niñ@s, deseando nombrar y ocultar de manera ambivalente algo que nos aparece misterioso, incomprensible e inhumano, algo animal.
Vi a los adult@s y a un@s niñ@s, como quien pone en escena a un animal.
Y esperar que en los ojos del animal se manifestara un destello, reflejo, palabras o eco de ese miedo ancestral que como adult@s buscamos revelar.
[1] https://en.wikipedia.org/wiki/Marc_Dutroux
[2] StageFright, Animals, and other Theatrical Problems, Nicolas Ridout. Cambridge Press (2006)