La madre y el maestro zen Hakuin. Anna Mezz

El 11 de Octubre la madre que me parió se cayó y se fracturó la cadera. Corrí a su encuentro para acompañarla.

Ella, que es de las personas más activas de la tierra, asumió la quietud de manera envidiable y ejemplar. La meditación y la lectura se han convertido en sus ocupaciones esenciales.

Cuando llegué a su lado me leyó este cuento cuya enseñanza es importante para ella y que he ilustrado:

El maestro zen Hakuin vivía en una ciudad de Japón. Era muy respetado y mucha gente acudía a él en busca de enseñanzas espirituales.

Sucedió que la hija adolescente de sus vecines de al lado, quedó embarazada. Interrogada por sus indignades y severes progenitores acerca de la identidad del padre, acabó diciéndoles que era Hakuin, el maestro zen.

Furioses, les vecines corrieron a ver a Hakuin y le dijeron con grandes gritos y acusaciones que su hija había confesado que él era el padre. Lo único que respondió Hakuin fue “Ah, si?”

La noticia del escándalo se difundió por toda la ciudad y fuera de ella. El maestro perdió su reputación. Esto no le preocupó. Ya nadie iba a verlo. Permaneció impasible.

Cuando nació la criatura, les vecines se la llevaron a Hakuin. “Tú eres el padre, así que cuida de ella.”

El maestro cuidó a la criatura con cariño.

Un año después la joven madre de la criatura, intranquila por la precipitada confesión que había hecho debida a la severidad con que la interrogaron, les contó a su madre y a su padre, que el verdadero padre de la criatura era su joven amigo que trabajaba en la frutería. Angustiades, corrieron a ver a Hakuin para disculparse y pedirle perdón.

“Lo lamentamos mucho. Venimos a llevarnos a la criatura. Nuestra hija nos ha contado que tú no eres el padre. “ “Ah, sí?”, se limitó a decir Hakuin mientras les entregaba a la criatura.