SEÑORAS. Anna Mezz

 

Foto: Agustina González (la cuarta por la izquierda, de negro) en una manifestación, en mayo de 1931 en Granada, en reivindicación de la figura de Mariana Pineda (El País, diciembre 2019)

 

«IDEARIUM FUTURISMO» Una distinguida artista granadina, la señorita Agustina Mercedes González López,conocida y estimada como pintora con el seudónimo de Amelia, ha salido ahora triunfante al palenque literario con un interesante folleto de doctrina futurista á la Ma-rinetti. «La culta escritora no se limita, sin embargo, á seguir fielmente la ruta -del reformador italiano, sino que ha inventado un alfabeto de selección, que consiste en suprimir las consonantes c, h, q, v, x y z del abecedario, que propone quede reducido á 22 letras. No sabemos hasta que punto -esta innovación tomará, cuerpo entre los publicistas, ó si será recibida con el mismo gracioso desdén que la teoría de Marinetti; pero la señorita González López ha demostrado un loable entusiasmo por la propaganda de un aspecto de la cultura.»

ABC MADRID 19-09-1917 página 16

 

Agustina González (1891-1936) fue una escritora futurista granadina. Una artista y pensadora de la Generación del 27. Tachada de enferma mental por transgresora, murió asesinada por los fascistas, junto a otras dos mujeres. Las fusilaron en el barranco de Viznar; en el mismo lugar donde asesinaron a Federico García Lorca, quizá unos días después, en aquel agosto de 1936. Su cuerpo aún no ha sido hallado. Días antes de su ejecución, la habían trasladado de la cárcel de Torres Bermejas al Convento de San Gregorio habilitado como cárcel provisional.

Juan Luis Trescastro, quien se jactaba de haber asesinado a García Lorca «por maricón», también reclamó para sí la muerte de La Zapatera «por puta».

En 1939, se abrió un proceso en el que se la acusó de pertenecer a la masonería y de simpatizar con los partidos de izquierdas. Fue condenada a una indemnización de 8.000 pesetas que tuvieron que pagar sus familiares.

A González le fascinaba la astronomía y la medicina, se acercó al librepensamiento, la masonería y a las corrientes neoespirituales de principios del siglo XX.

Tenía una zapatería en la calle Mesones de Granada donde ofrecía sus Opúsculos filosóficos repletos de ideas revolucionarias.

En su Reglamento Ideario del Entero Humanista Internacional escribía sobre eliminar las fronteras, crear una única moneda y el Palacio de Todxs, donde se daría alojamiento a lxs desheredadxs del mundo.

Iba sola a los bares y cafés, vestida de hombre, e imprimía sus ideas para difundirlas. Ella misma escribió que la libertad no le estaba permitida a las mujeres. Sus detractores la trataban de loca y algunos médicos trataron de curar su “histeria”.

No tuvo la fortuna de la artista parisina Rosa Bonheur (1822-1899) que cada seis meses alegando motivos de salud y para poder pintar en el exterior más cómodamente, acudía a la Prefectura de Policía de París para la expedición de un permiso oficial, que debía llevar la firma de un médico. Un Permission de Travestissement.

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La última publicación de mi querida compañera Rakel Gómez Vázquez en este blog titulaba Hagamos un altar.

Y en este momento de esfuerzo y dificultad en el que me cuesta tanto que las palabras aparezcan, me remito a mis ancestras y a los altaricos entre los que me crié en Almería.

La Tita Rosa fue maestra y casi coetánea de González (¿leería ella la crónica sobre su Idearium Futurismo?). Hacía unos tocinos de cielo en lata increíbles.

La tita Rosa olía muy bien y llevaba siempre caramelos en los bolsillos para todxs lxs primxs, que eramos un montón. Era creyente e iba a misa. Tenía un cuadro horrible en el salón de su casa (cuando lo pienso me duele la cabeza), una señora con cara de maligna, peinaba a una niña que sufría muchísimo; tal vez por esto odié siempre peinarme.

La tita Rosa, la tita Carmen, la tita Teresa, mi abuela Lola y otras tantas amigas iban a misa juntas, de chica me gustaba mucho ir con ellas. Todas llevaban un abanico con el que se golpeaban fuertemente el pecho; al cura por supuesto no se le oía nada con tanto abatanar de aire. A veces cuando íbamos a visitarlas, tenían que marchar a la casa de Nazaret, un comedor social. Las imaginaba viajando a ese lugar exótico y lejano cada vez.

En esta familia hubo alguna que otra oveja que se descarrió y ellas comentaban: «Esta no se va a lograr, es lista de más».

Mi madre Lola también tiene sus altaricos: una acuarela de Ocaña, un belén navideño en el que todes tienen pene y tetas. Fe en San Antonio. En este tienes que creer si eres una perdularia, porque le pides que aparezcan las cosas que pierdes y aparecen. Me parece que también te busca novio, pero eso nunca ha sido una prioridad en esta familia.

Mi madre nació en el año 38 en Almería, el mismo año en que Virginia Woolf publicaba Tres Guineas. Woolf hace un alegato contra la guerra y el fascismo en respuesta a la pregunta de un amigo: Cómo evitar la guerra.

En ese mismo año en el que mi madre nacía, miles de personas huían desde Málaga hacia Almería escapando de los fascistas. Unas cinco mil personas fueron masacradas en la carretera entre Málaga y Almería. Este hecho terrible se conoce como “la desbandá” (me recuerda mi hermana Lola). Almería fue brutalmente bombardeada poco antes de que mi madre naciera. Este episodio espeluznante lo vivió y narró Tina Modotti, en el libro Tinísima de Elena Poniatowska. Como lloré.

Unas navidades, cuando mi hermana Lola y yo éramos adolescentes, hubo un terremoto muy fuerte. Segundos antes de que empezara todo a temblar lxs seis gatxs corrieron por la casa todxs juntxs. Empezó todo a moverse, de una manera muy leve y constante. Se escuchaba agua caer por las paredes, cascadas de agua. Lola, mi madre, apareció en el salón con una lechuga y rezando.

Cuando todo pasó, descubrimos que el sonido del agua era arena que caía del roce con el edificio de al lado y mi madre nos dijo que no rezaba desde que era pequeña y había perdido la fe en la iglesia que la maltrató de chica.

Como dice Alexandra Kohan, la vida cotidiana está llena de rutinas y hábitos que son los que arman nuestra realidad. Ahora se nos ha rasgado la red y tendremos que ir recosiéndola entre todxs despacio.

Viendo el otro día la película Rosas danst Rosas de Anne Teresa De Keersmaeker, dentro del ciclo Lekuz Leku, consigo desconectar de tal manera que me creo que la realidad en la que estamos es otra y eso que nos ha pasado no ha pasado. Y entonces miro a mi lado y veo que todxs llevan, llevamos mascarillas y sí, ha pasado y es cierto y no voy a dejar que la angustia me atrape, I swear.

La historia de Agustina González la encontré en el blog http://www.feminismoandaluz.com/manifiesto/ (en la sección: El altarcico de hoy). Muchos altaricos se levantan.

En amorosa memoria del compañero Santi

Bilbo, 2020ko Utzaila

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