Prácticas para/en un jardín mutante

Tal vez, una de las herencias del racionalismo, corriente que dominó el pensamiento occidental durante los siglos XVII y XVIII, haya sido la dependencia de un método.  Sin embargo, y a pesar de lo profundo que han arraigado los sistemas de ordenación en la manera de interpretar lo que nos rodea, cabe preguntarse por aquello que escapa a las clasificaciones habituales, por la imposibilidad de ordenar la maraña.

La especialización y fragmentación de las ramas de conocimiento, hace que distribuyamos lo sensible en cajones rígidos y compartimentados. La fiebre por las divisiones, ha trascendido, incluso, hacia los ámbitos más complejos e imprecisos, en un intento por dotar de sentido las cualidades más inasibles, las formas más abstractas, y todo tipo de vínculos variables y mutables. Erigiéndose, así, una serie de campos centrípetos y predefinidos, alrededor de los cuales orbitan las formas mestizas surgidas de los cruces e hibridaciones producidas en su periferia.

La botánica, rama de la biología encargada de describir y dotar de sentido el reino vegetal, es un buen ejemplo de ello. Aún así, más allá del análisis de la estructura, las cualidades y las relaciones de los vegetales y sus procesos vitales, prevalece la duda sobre lo que escapa a tanta acotación y sistemas de representación; en el jardín o la huerta, y a pesar de la mezcolanza, a simple vista conseguimos identificar diferentes tipos de plantas. Podemos acercarnos a ellas y, como la ilustradora científica, representar las partes de cada especie con rigurosa exactitud.

No obstante, algunos tallos como el rizoma de Deleuze y Guattari[i], crecen y se multiplican de tal manera que escapan a la neutralidad de la imagen congelada; formas como el radicante producen innumerables raíces que, al arraigar incluso en las superficies más complejas, generan un movimiento, una trayectoria;  los millones de filamentos subterráneos que componen el micelio de los hongos, tejen una profunda red que se expande a través del subsuelo, como un tipo de malla interconectada que enlaza el cuerpo vegetal a una estructura de comunicación microscópica.

La entomóloga Maria-Sibylla Merian[ii] dio un paso más allá y, además de lo aparentemente estático, también representó las relaciones menos perceptibles, como las que surgen entre plantas e insectos. De alguna manera, su investigación en el Surinam desvelaba los límites porosos de la botánica y la entomología, entrecruzados a partir de los vínculos simbióticos surgidos entre éstos. Una mirada que, aún motivada por la objetividad de la ilustración científica, desafiaba los límites de cada uno de los campos al desvelar la imposibilidad de abordar la amplitud y complejidad de los procesos que ocurrían en los intersticios.

Puede que reflexionar sobre modos de hacer basados en la experiencia, más que sobre métodos de representación, expanda los límites del vergel y las formas que habitan en este medio. Y que de esta forma, pueda darse una aproximación hacia las redes y conexiones imperceptibles que subyacen en las grietas, más allá de la lógica de lo cuantificable.

Tal vez huir de la etiquetación sea una estrategia efectiva para la supervivencia de los inter-ecosistemas surgidos entre los vacíos de los esquemas habituales, y que a su vez, producen nuevas formas hibridas, adaptativas y resilientes. Como propone la científica y pensadora feminista Donna Haraway[iii], los vínculos inter-especies (y aquellas formas que aún están por venir), basados en la re-mezcla y la colaboración, quizá resulten una vía para superar el colapso de los modelos obsoletos.

 

 

 

NOTAS

[i] “Capitalismo y Esquizofrenia” es una obra dividida en dos volúmenes: “El Anti Edipo” (1972) y “Mil mesetas” (1980).

[ii] La investigación científica “Metamorfosis de los insectos de Surinam”, fue publicada en 1705.

[iii]Manifiesto Chthuluceno desde Santa Cruz” (2016).

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