Arde Notre Dame, arde una porción de bosque muerto hace ochocientos años. Aunque a la madera le digamos materia viva, porque sigue respondiendo a los estímulos de cambios de temperatura y humedad, el bosque que sostenía la cubierta de Notre Dame hace más de 800 años que fue talado. En otro escenario,sin cultura,sin humanidad, sin artesanos y artistas, esos árboles ya hace tiempo que hubieran sucumbido a la entropía siendo refugio, alimento y materia en descomposición en el bosque. Ardía. La poderosa imagen de una iglesia que arde, simbólicamente se aviva aún más si sucede en París. Origen de la revolución francesa, cuna de las vanguardias y telón de fondo de Mayo del 68. A la luz del día y aún humeante, el presidente de Francia lanza un lema que imposibilita cualquier alternativa “la reconstruiremos”.
La noticia esta semana es que la reconstruiremos pero con menos fondos de los prometidos. Al margen de todo lo que ya se ha escrito sobre lo adecuado de la inversión en un monumento turístico (aunque su condición en principio sea la de lugar de culto), el impacto de las imágenes según su procedencia…además de todo esto, tenemos de nuevo la oportunidad de poner sobre la mesa ¿qué podrían hacer los artistas con este artefacto que es ahora Notre Dame?.
El concepto de patrimonio a menudo inhabilita posturas creativas. Desde las instituciones se favorecen medidas de protección que finalmente museizan los espacios. Notre Dame es uno de los ejemplos fácilmente “patrimoniables”, “es de todos” y las intervenciones socialmente están consensuadas porque “la conservación” está sobreentendida como mínima alteración. Entendiéndose como una actualización, el tejado de plomo (también posterior) se ha reparado y sellado con tecnología del s.XX para evitar filtraciones ( hecho que puede estar relacionado con que la madera estuviera aún más seca y favoreciera el incendio). Las capas de actualizaciones (artesonados, aguja, cubierta y muros perimetrales de distintos siglos) subyacen y conforman un collage de diferentes épocas inherente a estas construcciones ¿por qué entonces debemos reconstruir ahora un tejado replicando el del s. XIII y una aguja del s. XVIII?
La destrucción, accidental, de Notre Dame es objeto de políticas para la conservación de la memoria y el patrimonio. Una de las respuestas habituales entre tantas posibles a qué hacemos con la memoria. En contraposición, en un lugar periférico, Iratxe Jaio y Klas Van Gorkum devuelven al presente la problemática de capas de intervención que han fluido sobre un monumento no museizado, que no es patrimonio y en el que las vandalizaciones han operado como representación de la problemática de la memoria. La sedimentación del conflicto grabado en la piedra hasta su total desaparición.
El proyecto tiene como eje investigador un monumento a soldados alemanes nazis caídos durante la Guerra Civil. Durante una semana el trabajo que Klas e Iratxe vienen realizando sobre este monolito se fragua en LA taller. El proyecto se encontraba muy avanzado y en esos días fuí una de las que pude estar en esta parte del proceso hablando sobre él, sobre el estado actual, las soluciones y decisiones que iban tomando. Entrar en la “cocina” de otros artistas siempre es un acto generoso y estimulante. Sé reconocer que además de enriquecer mi práctica, como investigadora tengo gran inquietud por las metodologías y métodos de observación que tenemos los artistas, tengo fé en que desarrollan aún más el ámbito académico y el conocimiento.
Tres soldados alemanes nazis son enterrados en Urbina (Álava) durante la Guerra Civil. El lugar queda señalizado con una especie de monolito y un pequeño jardín que pronto desaparece. La piedra permanece, obedeciendo a las razones que la eligen como material perdurable, se ha mantenido en el mismo lugar soportando intemperie, iconoclastia y finalmente la ley de memoria histórica. Las ideologías contrarias han dejado su impronta grafiteando, rayando, y picando a cincel el texto. Una de las piezas de Iratxe y Klas, está hecha a partir de un molde de lo que quedaba del monolito poco antes de desaparecer totalmente. La pieza registra la parte que el rigor del tiempo, la intervención o la iconoclastia borró para la vista. Del otro lado se recupera el texto y la tipografía que hacía mención a los nombres de los soldados. Me interesa de sobre manera este nuevo objeto que acoplado a lo que quedaba funciona como una prótesis. Un intervalo a mi entender más que una reconstrucción. La investigación en torno a la tipografía utilizada vincula la misma a un contexto histórico concreto, lo cual permite documentar la colaboración de los alemanes con el bando nacional. Por otra parte el estudio de campo ha localizado un archivo de la cartografía que hubo de generarse para el avance estratégico de las tropas franquistas. Iratxe me explica que era un punto estratégico que había quedado en manos republicanas, por ello se hace necesario crear una nueva cartografía in situ por diferentes agentes nacionales que dibujaban y trazaban el espacio. Como si fuera una especie de juego de réplica de espejos, esta pieza, el intervalo de lo que ya no está, casi reproduce una orografía del paisaje circundante. Como si la huella simbólica que tenía en el paisaje ahora se hubiera transferido junto a las sucesivas intervenciones.
Actualmente el monumento ha sido desplazado de la localización original. Ese “resto” más cercano a la apariencia de un mojón de grandes dimensiones que a un memorial, fue retirado probablemente en cumplimiento de la ley de Memoria Histórica y ahora permanece desaparecido. Notre Dame sobrevivió a la revolución francesa y a las Guerra Mundiales, existe un consenso simbólico impuesto primero por la religión y después por el estado. La estratificación opera sobre la catedral y el monolito de diferentes maneras, en una forzada a la inmortalidad y en otro a la desaparición. Del memorial a los soldados nazis lo que nos queda es este proceso investigador desde el arte, que ha trazado un observatorio para la memoria y el territorio y ha generado este nuevo artefacto que no es arqueología pero trabaja con la resistencia de la materia al tiempo y a la historia. “El saber que genera la práctica artística no es acumulativo sino relacional, y eso sitúa al artista investigador como aquel que concluye iniciando nuevas líneas de pensamiento y entrecruzamientos, que no da respuestas sino que formula nuevas preguntas.”[I] Un entramado entre la identidad en el paisaje y lo simbólico de ocupar este lugar. Una reconfiguración del concepto de patrimonio y conservación.
[I] Gomez Vazquez Rakel, Artículo: «LA PRACTICA ARTÍSTICA COMO INVESTIGACIÓN» 2018-02-01. TXT Lab. ISSN 2659-756X
Enlaces de interés:
Iratxe Jaio + Klaas van Gorkum