La importancia de LAN reside en los contextos, historias, sensibilidades que nos presenta sobre el trabajo, para ahondar en aquello que nos define como humanos y en lo que nos diferencia como personas
Sara Valverde
En ocasiones una sale del cine, el teatro, el centro de arte, sala de exposición o de cualquiera de los muchos otros lugares donde se cocina cultura, y se pregunta qué es aquello que ha quedado como poso en sí y que ha venido para quedarse. Es difícil de definir, porque en su mayoría se reconoce como catarsis al haberse abierto nuevos horizontes: horizontes reflexivos, sensibles, empáticos sobre aquello que acabamos de ver, escuchar, oír, imaginar. Y es que a pesar de contar una historia a través de una serie de personajes, aspectos específicos por los que traspasa la mirada e imaginario del creador, creadora de ese trabajo, el mismo viaje nos educa, nos hace conocernos mucho más a nosotrxs mismxs, pero también nos acerca a aquello que nos es ajeno y lejano a nuestra realidad.
Por lo tanto, insistir una vez más en la necesidad y la oportunidad que supone para un lugar un encuentro cultural como es un festival de cine, audiovisual en este caso, que no sólo vela por conservar, reconstruir y repensar la memoria colectiva en el ámbito del trabajo industrial por y para la importancia en el contexto de Euskadi, sino que se tienden puentes transatlánticos y europeos. Es el caso de los cortometrajes Schubert a bonne mine de Pierre-julien fieux y Nobody dies here de Simon Panay (Francia), Chronos del director turco Oguzhan kaya, Asoma un desierto de Joel Cortina Suárez (Argentina), y Machines del director indio Rahul Jain como película invitada.
Cada una de las piezas supone un billete de ida y vuelta a diferentes partes del mundo, donde a priori la otredad respecto a nuestra normalidad supondría una barrera para adentrarnos en aquellas vidas y contextos. Sin embargo, el espectadorx consigue vencer ese muro no para reconocerse por completo en lo que observa sino para comprender y entender a lxs que viven aquella realidad. Es en ello donde el audiovisual supone una herramienta de educación intercultural que nos proporciona la experiencia de ir más allá en otras vidas, y observar lo que incluso a los propios personajes se les pasa desapercibido. Aquellos silencios, pausas, coreografías colectivas que nos relatan mucho más de lo que nos puede decir la mera acción rutinaria del trabajo en una fábrica.
Esto sucede con los tres cortometrajes La Gata, Viernes 4 Martes 8 y Paco Fin, en los cuales los personajes principales son hombres trabajadores resignados a una rutina repetitiva sin ningún incentivo intelectual, ni sensible que en un principio les permita dar un sentido a su profesión. Sin embargo la percepción del espectador observando la escena desde la distancia de la butaca, proporciona una lectura que va más allá. En el caso de la coproducción riojana cubana, La Gata de la directora Patricia de Andrés, supone la especulación de una realidad paralela a la de la ejecución de las tareas de obreros, pero que sucede al mismo tiempo en el interior de cada uno de los trabajadores. Se trata del posible significado de aquellos vínculos creados entre cada uno de los individuos durante las cuarenta horas semanales, probablemente mucho más tiempo del que dedican a otras personas. No obstante, parece que no hay espacio para que se produzca esa interacción y afecto, a pesar de los silencios y pausas que ocurren a diario. Es aquí que la creadora de la cinta introduce una melodía, La Gata, como elemento disruptivo para acompañar el mutismo de la sensibilidad masculina.
Por su parte, Viernes 4 Martes 8 de la creadora Nuria Cubas como una de las piezas experimentales presentadas para esta edición de LAN, pone el foco en la resiliencia individual de lo repetitivo. En este caso, un trabajador de la cantera de Areniscas Rosal en Murcia, cuya ejecución de tareas es casi una coreografía más que asumida y aprendida en la que también forman parte las paradas, para dar paso a la quietud física y casi como consecuencia a la acción en el interior del personaje cuando no tiene otra distracción más que la de fumar un cigarro. En ese descanso no se transluce aquello que piensa el personaje, la incógnita sobre si lo que ocupa su mente es lo banal o si la aparente conformidad del trabajo contradice a ese momentos de interpelación existencial, es el gran quid de la cuestión en esos interludios.
Como último ejemplo de este tripartito, el cortometraje Paco Fin, en el que de nuevo el protagonista es un trabajador sumido en una rutina repetitiva donde aparentemente no hay más aliciente que la nómina mensual. Sin embargo, esta pieza retrata precisamente el día antes de la jubilación, último día de la misma rutina, de las mismas tareas, de la misma vida. Porque si hay una observación clara desde el punto de vista del espectadorx son de nuevo aquellas pausas que en este caso se confunden con todos los ratos muertos que forman parte del trabajo de un portero, pero de una manera o de otra el foco vuelve a ponerse en lo que ocurre en el interior del personaje, en sus pensamientos y reflexiones, que bien podría especularse y apostar por el significado del trabajo en la vida de este portero.
Este portero como metáfora que nos representa a todos, todas, en cuanto en tanto a la cuestión, debate que supone el lugar que ocupa el trabajo por, para, en nuestra vida. De aquí el viaje de acompañar a otrxs e ir a otras vidas a través de la pantalla para reencontrarte con la tuya.