Este opúsculo de Arturo fito Rodríguez nos ilumina (pero como ilumina una ráfaga o un fogonazo) acerca de la potencialidad liberadora y, por tanto, política, del cine. Para que el cine pueda liberar, se nos viene a decir, primero habrá que liberar al cine mismo.
Me gustan varias cosas de este texto, entre ellas quiero señalar dos: una, la excelente brevedad y dos, la imagen final, la de unos acomodadores de cine repartiendo pasquines políticos entre el público asistente.